| -Ampliado y actualizado el 15 de abril de 2008- ISLA DE PASCUA FUE INCORPORADA A LA SOBERANÍA CHILENA EN 1888, POR GESTIONES INICIADAS POR EL ILUSTRE CAPITÁN POLICARPO TORO HURTADO, LIBRANDO A LA COMUNIDAD RAPA NUI DEL INFIERNO DE ESCLAVITUD Y PIRATERÍA DE LA QUE ERAN OBJETO EN MANOS DE POTENCIAS EXTRANJERAS. SIN EMBARGO, LOS PROBLEMAS NO CESARON. POR MEDIO SIGLO, UNA SINIESTRA EMPRESA, LA WILLIAMSON & BALFOUR, SEMBRÓ EL TERROR Y LA TIRANÍA EN LA COMUNIDAD PASCUENSE. HOY, LA FALTA DE REPRESENTATIVIDAD EN EL PODER CENTRAL Y LA ESCASA PARTICIPACIÓN POLÍTICA DE LOS ISLEÑOS EN LOS GOBIERNOS, HA LLEVADO A ALGUNOS DE ELLOS A FORMULAR PROCLAMAS INDEPENDENTISTAS O BIEN A TENTAR A OTRAS NACIONES DEL MUNDO POR INTERFERIR EN EL DESTINO DE ESTE ENCLAVE DEL PACÍFICO PERTENECIENTE A CHILE. TAMBIÉN ABORDAMOS AQUÍ PARTE DE LOS DAÑOS PATRIMONIALES QUE HA DEBIDO SUFRIR LA ISLA, POR DESCUIDO DE UNOS E IRRESPONSABILIDAD DE OTROS ******************************************* La
incorporación: una deuda nacional con el Capitán Policarpo Toro
Policarpo Toro Hurtado había nacido en Melipilla en 1851, predestinado a ser el gestor responsable de uno de los poquísimos grandes éxitos en materia de soberanía conseguidos por la diplomacia chilena. Su casa es hoy en día un santuario histórico en esta valiosa ciudad cuna de tantos héroes, en homenaje a este insigne marino que, además, ostenta una actuación destacada durante la Guerra del Pacífico. Marino profesional, en 1870 Toro Hurtado llegó con la corbeta "O'Higgins" a la Isla de Pascua o Rapanui, quedando asombrado con la cultura y la historia de su sufrido pueblo cuya cultura había estado a punto de desaparecer a merced de los corsarios, los cazadores de esclavos y los conflictos internos, que había reducido su población en algún momento a sólo un poco más de 100 personas. De inmediato, Toro Hurtado comenzó a preocuparse del destino de esta isla abandonada en el Pacífico, golpeada por la piratería, el contrabando de esclavos y la miseria. Tuvo entonces la idea de que pudiera quedar definitivamente dentro de los límites territoriales chilenos, que algunos consideraron delirante, especialmente porque Francia la tenía incluida entre sus posesiones de la Polinesia desde 1822, aunque estaba propietada por manos privadas. El mismo año de 1870, Chile había enviado una comisión para investigar la isla, al mando del Capitán Luis Ignacio Gana, aunque sin objetivos de estudiar una posible anexión al país. A partir de 1871, Policarpo Toro fue asignado en Punta Arenas para colaborar en el mejoramiento de las condiciones de vida de los colonos, y recorrió amplias zonas patagónicas, llegando al río Santa Cruz. Al estallar la guerra entre Ingleses y Turcos, partió a enrolarse a la Marina Británica, recorriendo el Mediterráneo y el Oriente Medio. Volvió, sin embargo, al iniciarse la Guerra del Pacífico, período en que también participó asesorando al embajador Alberto Blest Gana en la compra de armamentos. Actuó directamente en acciones como el bloqueo de Iquique, el desembarco en Pisagua y el bloqueo de Arica. A pesar de que su aporte a la soberanía ya era notable, el embrujo de la Isla de Pascua aún le quitaba el sueño. En 1887, inició en Valparaíso -y por su propia iniciativa- las gestiones para anexar la isla a Chile, tentando a muchos correligionarios, intelectuales y políticos de la época. Se puso en contacto con el inglés Juan Brander, un particular poseedor de la mitad de la isla, y en Tahití comenzó a discutir la compra del territorio. Increíblemente, en un notable ejemplo que muchos políticos actuales debiesen aprender, este extraordinario chileno puso dinero de su propio bolsillo para iniciar las gestiones comerciales necesarias para comprar la isla. Al año siguiente, el Gobierno de Chile aportó 6.000 libras esterlinas a la gestión de compra de Isla de Pascua, repartidos entre los dueños y los pobladores. La Congregación Propagación de la Fe, encargada de convertir al catolicismo a los isleños y poseedora de algunos bienes en el lugar, también recibió un dinero extra por la compra, de 5.000 francos. Con la transacción, materializada el 9 de septiembre de 1888 con el "Acuerdo de Voluntades", pudo tomarse legítimamente la isla para el territorio nacional, quitándole la calidad posesión privada y convirtiéndola en patrimonio chileno. Policarpo Toro continuó sus aventuras marítimas hasta 1891, cuando es obligado a abandonar su puesto por su apoyo al Presidente José Manuel Balmaceda, durante la infausta revolución y guerra civil. He aquí, quizás, la razón de que jamás se haya concretado un reconocimiento a la altura del que este marino chileno merece, al haberse involucrado lealmente a las fuerzas presidenciales que, para desgracia de muchos héroes de guerra chilenos que también abrazaron las filas de los vencidos por la espada implacable de los congresistas. Toro Hurtado volvió a vivir a Santiago, falleciendo en 1921. Su legado para nuestra cultura y nuestra historia es sencillamente invaluable y, sin embargo, consideramos que su figura aún no ha sido colocada en la relevancia histórica y en el conocimiento popular que su persona merece. En su casas patronal de Melipilla una modesta placa del Instituto de Conmemoración Histórica recuerda su magna obra desde 1988, en el centenario de la incorporación de la isla a Chile, diciéndole al visitante:
El 29 de agosto de 1895, por el Decreto 1.130, una millonaria empresa de propiedad de Enrique Merlet tomó un gran proyecto de explotación de ganado en la Isla de Pascua. Como el Gobierno del Presidente Jorge Montt requería con urgencia la creación de focos de desarrollo para la isla recientemente incorporada y luego de los estragos producidos a nivel nacional con la Guerra Civil de 1891 -que, entre otras cosas, habían puesto fin al proceso de colonización gradual de la isla-, Rapanui fue prácticamente confiada a manos de una empresa extranjera que, en la práctica, sólo tenía ambiciones económicas y ninguna clase de compromiso con el patrimonio histórico del lugar. Comenzaron a surgir denuncias contra la compañía por el maltrato hacia la población indígena y contrataciones en condiciones miserables de trabajo, pues los administradores se valían del aislamiento para operar en verdadera situación de explotación humana, usando a los trabajadores rapanuis como mano de obra barata. A ello se sumaban denuncias de oscuras actividades que la compañía habría estado realizando en contra del interés del Estado de Chile que tan generosa y permisivamente los había acogido en la isla: fraudes, quemas ilegales, tropelías, crímenes y hasta asesinatos por encargo. Incluso, la Santa Sede, por encargo de la Iglesia chilena, decidió intervenir solicitando un trato humano a los habitantes de la isla por parte de los empresarios. Acosado por las denuncias y las presiones, Merlet y sus hermanos debieron vender sus derechos a la firma británica Williamson & Balfour, que pasó a ser llamada la Compañía Explotadora de Isla de Pascua, CEIP, hacia 1903. Su primera gran intervención en el lugar sería un presagio de los muchos males que la actividad traería a la isla además del desarrollo económico o del comercio: levantar la residencia del gerente local de la compañía sobre los restos de un complejo arqueológico de Mataveri, que fue arrasado para colocar los cimientos de la mansión. Luego, cuando se elevaron los demás establecimientos, gallineros, corrales y bebederos para el ganado, se trazaron los levantamientos sobre otros sitios históricos de igual valor e incluso se modificaron algunos para los nuevos requerimientos de empalizadas y muros, como los pipihorekos o túmulos demarcatorios hechos de piedras, y los harepaenga o cimientos de los muros de antiguas viviendas. El Director del Centro de Estudios Rapanui de la Universidad de Valparaíso, José Miguel Ramírez, agrega que para construir los muelles de Hanga Piko y Hanga Roa Otai los administradores de la compañía utilizaron parte de los grandes e imponentes bloques pétreos o ahu cercanos a la costa. Pero el daño no sólo fue al patrimonio histórico. Las denuncias de abusos y crímenes continuaron tal como antes, señalando a los ejecutivos de la empresa como verdaderos delincuentes que actuaban como caudillos locales aprovechando el aislamiento. Los isleños ni siquiera podían pescar, pues la compañía actuaba como un verdadero tirano, dominando cada aspecto de la vida de los habitantes y guardando algunas apariencias para con el Estado de Chile. La llegada del administrador inglés Henry Percival Edmunds, en 1905, sólo empeoró la situación. En 1911, Monseñor Edwards asumió el servicio religioso en la isla y buscó desesperadamente la forma de proteger a los pascuenses, por lo que la iglesia católica comenzó a tener conflictos con la empresa. Coincidió que, en 1913, una aguerrida abuela de la comunidad, doña María Angata Veri Tahi-a-Pengo, que reemplazaba al rey local Simeón Rororoko, se alzó valerosamente contra los capitalistas de la compañía, reclamando el regreso de animales traídos por ella desde Tahití y que le habían sido injustamente arrebatados. Su campaña contra la empresa llegó a convertirla en una verdadera heroína pascuense. En 1915, el contrato de arriendo de Williamson & Balfour con el Estado chileno llegaba a su fin. Era la ocasión que muchos estaban esperando para que la impopular compañía abandonara de una vez por todas el lugar. La situación parecía promisoria: al año siguiente, Isla de Pascua fue incorporada administrativamente a Valparaíso y, en 1917, fue definitivamente traspasada a la disposición de la autoridad de la Armada de Chile, quedando sujeta a sus leyes y reglamentos. Sin embargo, Chile transitaba entre otro complicado período de crisis políticas para su República, por lo que no pudo dar al tema de Isla de Pascua su debido y responsable tratamiento. Buscando liberarse del problema que representaba mantener las actividades económicas en el lugar, el Gobierno de Juan Luis Sanfuentes renovó el contrato para Williamson & Balfour en 1917, creyendo ingenuamente que con incluir algunas cláusulas con exigencias específicas para la empresa en cuanto al tratamiento de la comunidad local y la protección ambiental e histórica de la isla, los abusos y las situaciones reprochables cesarían. La actuación de la Williamson & Balfour volvió a ser objeto de duros cuestionamientos y hasta de operaciones con claros visos de conspiración por parte de la empresa, que se había formado sobre la isla una ambiciosa sed de dominio y de control, acrecentada por los continuos roces con el Estado de Chile, al que percibía como un obstáculo para sus pretensiones lucrativas. Se descubrió, además, que los ejecutivos de la firma estaban participando de un holgado negocio de contrabando de piezas históricas, sacadas desde la isla a pesar de que esto estaba expresamente prohibido en el acuerdo de 1917 con el Estado de Chile. En medio de las disputas, el contrato con la compañía expiró en 1929. Alertados por los problemas y urgidos bloquear la posibilidad de que esta clase de escándalos se repitieran, la Armada de Chile inscribió Isla de Pascua a nombre del Fisco de Chile ante el Conservador de Bienes Raíces de Valparaíso, durante el mes de noviembre de 1933. Si bien esto constituyó una garantía para los intereses chilenos, ha sido en gran medida un argumento usado con recurrencia en el debate generado por algunos brotes isleños de independentismo y autonomismo de los que hablaremos más abajo. A principios de 1935, el Ministerio de Tierras y Colonización otorgó a la Isla de Pascua el estatus de Parque Nacional Isla de Pascua, con el objeto de frustrar a los contrabandistas de piezas arqueológicas y de proteger a las especies endémicas. A mediados de año, el Ministerio de Educación también la declaró Monumento Histórico Nacional Parecía ser que la Williamson & Balfour iba a quedar en el pasado cuando, en 1936, el gobierno de Arturo Alessandri Palma, caracterizado por un manejo muy poco prolijo de los asuntos de interés nacional, firmó un nuevo contrato con la compañía, arrendándole la isla por veinte años más. Haciendo caso omiso a las exigencias de preservar el patrimonio territorial y de mejorar las condiciones urbanas de la comunidad rapanui, la empresa prácticamente saqueó algunas colecciones arqueológicas y depredó gran parte de las zonas donde tenía sus establecimientos. Hacia el final del período de la Segunda Guerra Mundial, la situación de Isla de Pascua se hacía insostenible, de modo de que la comunidad civil de agrupó espontáneamente para denunciar a la Williamson & Balfour ante la ignominia y desidia de las autoridades. La prensa hizo eco de las denuncias y se creó la Sociedad de Amigos de Isla de Pascua, con sede en Valparaíso. Los medios de comunicación se sumaron a las campañas. Coincidía que, por entonces, asumiría el Gobierno el General Carlos Ibáñez del Campo, ex enemigo político de Alessandri Palma y cuya visión estratégica del territorio y de los intereses nacionales propia de un militar de alto rango no era compatible con la presencia de una empresa particular sometiendo de forma autonomista e impune a una parte de la soberanía chilena. Sin titubear, en 1953 le canceló el contrato por incumplimiento y, acto seguido, destino la totalidad de la administración de la isla a la Armada de Chile. Esta medida fue fundamental para la apertura de Isla de Pascua al conocimiento internacional y para su revaloración turística y científica, misma de la que goza hoy día y que la ha convertido en uno de los rincones más interesantes y estudiados del mundo. El terror y la desolación dejadas por la compañía Williamson & Balfour llegaban, de este modo, a su fin, cincuenta años después de haber empezado.
A los casos vistos se suma el constante descontento de los isleños para con el Chile continental, por la falta de atención que históricamente han tenido, al punto de que se sienten más pertenecidos a la Polinesia que a Chile. La apertura de la isla al conocimiento internacional, a partir de los años cincuentas, permitió que la comunidad isleña realizara interesantes trabajos de revitalización y rescate de su patrimonio cultual, permitiéndole recuperar una identidad propia y positiva. De las muchas décadas de bajísima autoestima y de sometimiento, el pueblo rapanui saltó a la experiencia de descubrir que era no sólo uno de los más importantes de todo el planeta, sino que su isla era uno de los centros de interés más valiosos de toda la historia de la humanidad. Configurándose poderosamente esta nueva y concluyente identidad rapanui, en 1964 el entonces joven profesor escolar pascuense y futuro miembro de la Comisión de Desarrollo de la Isla de Pascua, Alfonso Rapu Haoa, dirigió una elocuente carta al Presidente electo de la República de Chile, Eduardo Frei Montalva, reproducida en la prensa y en la que manifestaba la posición autonomista del pueblo isleño. Su principal preocupación era preservar la cultura y la identidad del pueblo rapanui, para lo cual había organizado una brigada de boy scouts, había dado cursos vespertinos gratuitos de alfabetización de adultos y había fundado un conjunto de danza folklórica dirigido por Luis Paté Tuki. Vale advertir que, por aquellos años, parte de la comunidad isleña había sido tentada por un proyecto destinado a fundar una supuesta "Confederación Polinésica". Dos años más tarde, en 1966, el Presidente Frei Montalva promulgaba la denominada "Ley Pascua", con la cual los ciudadanos rapanui son incorporados al Estado de Chile bajo consideraciones tales como la exención de impuestos, la prohibición de la venta de tierras a extranjeros y garantías judiciales especiales, con total protección de su patrimonio histórico y arqueológico. Terminaba, así, la administración directa de la Armada de Chile sobre la isla. Estas disposiciones eran un magnífico punto de partida para el tratamiento privilegiado que merecen todas las regiones extremas y de valor estratégico en Chile, como es el caso de la isla de Pascua, pero, por alguna razón que desconocemos, poco se hizo por seguir desarrollándolas y complementándolas en años anteriores y aún en nuestros días. A consecuencia de este abandono administrativo que no fue capaz de crecer y adaptarse a las necesidades de los tiempos, y del enfermante centralismo gubernamental siempre en desmedro de las regiones, se seguirán generado resquemores en la isla. A pesar de la data relativamente larga que tienes estos afanes, la fundación de una "embajada" de Rapa Nui en Santiago el año 2003, por iniciativa del entonces alcalde Pedro Edmunds Paoa, vino a enrostrarle a muchos incautos lo que estaba sucediendo hace años en la isla. En contraste, sin embargo, están algunos pequeños grupos de agitadores, sin mucha interferencia hasta ahora, que han pretendido optar derechamente por revitalizar las intenciones separatistas y autonomistas de principios de los noventa. Entre estos últimos figura un llamado "Parlamento de Pascua" cuyo líder, Juan Chávez Haoa, declaró a un medio de prensa que "hemos estado anexados por más de 114 años y no hemos conseguido nada... Si esto no nos ayuda, vamos a pedir la independencia. Por ahora, flamean la bandera de Isla de Pascua y la chilena juntas." También opera en la isla un llamado "Consejo de Jefes", organismo cuya acción parece estar estimulada desde el extranjero por grupos políticos proindigenistas ligados a la izquierda internacional. Junto al "Parlamento", este "Consejo" pretendió presentar un reclamo formal de independencia ante la ONU para anular el contrato de 1888 conseguido por el Capitán Toro. Sin embargo, ni el Consejo de Ancianos de la isla ni la propia comunidad rapanui le han dado demasiado crédito a estos pequeños grupos disidentes. Se sospecha, además, que muchos de estos "rebeldes" en realidad estarían clamando intenciones secesionistas con la aspiración delirante de reincorporar la soberanía de la isla a la Polinesia Francesa. En nuestros días, la necesidad de autodeterminación sin separación de la unidad del Estado de Chile salta a la vista en muchos casos de controversias al interior de la comunidad rapanui. Veamos algunos ejemplos de esto:
Como se ve, entonces, la relación del territorio insular no puede ser la misma que un Estado tenga en forma permanente y garantizada con sus territorios continentales. En general, las regiones extremas del país, que incluyen las de Arica-Parinacota, Tarapacá, Antofagasta, Aysén y Magallanes, más isla de Pascua, archipiélago de Juan Fernández y Territorio Antártico Chileno, por su valor estratégico y su natural aislamiento geográfico, merecen un trato diferenciado y privilegiado frente a las demás regiones, con representación parlamentaria especial y vinculaciones más directas con el Gobierno Central. Es lo que hemos llamado la política de las regiones extremas.
Existen muchas situaciones sospechosas que han sido interpretadas como posibles y manifiestas pretensiones de países extranjeros sobre la Isla de Pascua, algunas de ellas alentadas en el pasado por pesonajillos irresponsables que actuaban como incitadores políticos o agitadores. En otros casos, parecen provenir manifiestas intenciones de "recuperar" la isla que no han sido tomadas en serio, pero que eventualmente, podrían significar algún peligro para la relación soberana que existen entre ésta con Chile. El tema de los independentismos y pretensiones extranjeras, lamentablemente, no ha estado exento de caer en la politización de cada contexto histórico respectivo. Por ejemplo, durante el Régimen Militar muchos opositores izquierdistas quisieron provocar cierta clase de reacciones secesionistas dentro de la isla para poner el aprietos al Gobierno, hacia los años setentas y ochentas. A su vez, funcionarios del régimen buscaron alertar la atención de la Junta Militar sobre los sucesos de la isla, denunciando posibles brotes de independentismos que, en la práctica, nunca fueron tales. En la isla, de sólo 167 kilómetros cuadrados, el mismo Gobierno Militar accedió también a facilitar una parte de la misma a Estados Unidos a mediados de los años ochentas, representados a través de la NASA. Aunque hay laboratorios y bases relacionadas con la NASA en todo Chile, el de la Isla de Pascua generó particularmente algunas dudas por el aislamiento y la autonomía que tendría, derivados de su situación geográfica, y en su momento fue criticado como un intento intervensionista por parte de la administración Reagan en este sector del planeta, pues en aquellos años de guerra fría Washington estaba implementando el programa de protección militar "Star Wars". También se supo, por entonces, de la existencia de una estampa postal francesa en donde aparecía la Isla de Pascua como parte de los territorios de Francia dentro de la Polinesia. A pesar del impasse diplomático que se generó, jamás se retiró de circulación ni se dieron explicaciones satisfactorias al Gobierno de Chile por su existencia, pues el gobierno francés se limitó a decir que las estampillas eran un homenaje a todas las islas de la Polinesia. Veremos que no fue la única ocasión en que se publicó este curioso sello. En la actualidad, la isla no ha sido virtualmente pretendida sólo por grandes potencias. Existen en Perú movimientos ultranacionalistas y etnocentristas cercanos al dirigente Ollanta Humala Tasso, predicando la teoría de que la cultura rapanui fue fundada por navegantes incas en tiempos remotos y que, por lo tanto, corresponde al pueblo peruano su "reivindicación" soberana. Aunque los análisis de ADN demuestran por sí solos que el origen rapanui está emparentado con los pueblos polinesios y no con el elemento incásico, el sustento de esta teoría sería que la mayoría de los famosos moais, las estatuas pétreas gigantes de la isla, "mirarían" siempre hacia el territorio que fuera el centro del imperio incásico, además de establecer algunos parangones como la traducción a "ombligo del mundo" para los términos Tepito Tenua (el otro nombre de la isla) y el nombre de la ciudad Cusco, que en quechua significa lo mismo. Aunque este dato no es exacto y deriva más bien de un mito folclórico, ha bastando para generar teorías delirantes sobre la propiedad ancestral de la isla. También han recurrido a interpretaciones bastante antojadizas sobre la teoría del célebre antropólogo noruego Thor Heyerdhal, quien viendo algunas semejanzas entre estos monumentos y los de Tiahuanaco, supuso que la isla pudo haber sido colonizada por estos habitantes del Titicaca. Evitando la especulación gratuita, otros publicistas peruanos prefieren recordar que en 1770, el Virrey del Perú, Manuel de Amat y Junyent, intentando contener el establecimiento de franceses e ingleses en Isla de Pascua, envió una expedición para que tomara posesión de la misma, al mando de los marinos españoles Capitán de Navío Felipe González de Aedo, en el navío de guerra "San Lorenzo", y el Capitán de Fragata Antonio Domonte y Ortiz de Zúñiga, en la fragata "Santa Rosalía". Llegaron a mediados de noviembre y rebautizaron la isla como "San Carlos". Según ellos, esto demostraría que la isla pertenecía directamente a la administración de Lima, por lo que hoy sería patrimonio territorial en cautiverio, por estar en manos de Chile. Si bien el episodio es bastante interesante y, ciertamente, con una buena propaganda acompañándole alentaría las pretensiones de grupos nacionalistas peruanos sobre Isla de Pascua, hay tres hechos cruciales que desmoronan la teoría de los supuestos derechos territoriales que asistirían:
Por otro lado, ciertos grupos nacionalistas peruanos, copiando la iniciativa chilena de proclamar la existencia del Mar Presencial Chileno, han propuesto su propio Mar Presencial Peruano que, supuestamente, tendría un vínculo histórico con tradiciones náuticas de origen inca, abarcando la isla de Pascua hasta el territorio antártico donde, según la fantástica historia, el Imperio Inca habría llegado. El pretendido proyecto no a aparecido más que en alguno que otro periódico de carácter panfletario y vinculado a las organizaciones políticas de los reservistas y caceristas. El fracaso rotundo de proyectos de navegación de naves de totora o junco como la "Viracocha" y la "Matarangui" (inspiradas a su vez en las experiencias de Heyerdhal para demostrar sus teorías sobre la colonización tiahuanacota de la isla) han arrojado esta clase de teorías de la navegación incásica al terreno de la seudo ciencia y del realismo fantástico. Pero las razones políticas para darles crédito han sido mucho más fuertes que la razón y los métodos históricos. Se recordará, por ejemplo, que esta misma interpretación sin rigores científicos y de manipulación delirante de las posibilidades de la arqueología hizo que, en 1975 el investigador norteamericano Jim Woodman y el aeronauta inglés Julian Nott, construyeran en la famosa meseta peruana de los geoglifos de Nazca un enorme globo aerostático con forma de pirámide invertida y sólo con materiales típicos de la zona, el "Cóndor I" que, aunque se mantuvo volando apenas un par de minutos y luego cayó casi dando muerte a sus dos tripulantes, permitió especular que los incas proyectaban la confección de las famosas líneas y figuras gigantes de aquella pampa volando en globos aerostáticos (!). Por lo mismo, poder construir una nave de materiales típicos de la tradición peruana (y aún cuando ésta hubiese podido navegar grandes distancias, cosa que no ocurrió) no confirma que los incas necesariamente hayan tenido que conocer la navegación. A pesar de todo, aún es posible encontrar algunos agitadores etnonacionalistas peruanos obsesionados con la extraña idea de incorporar a la Isla de Pascua dentro de la órbita del antiguo patrimonio ancestral del imperio incásico, con esta clase de fundamentos.
Hemos dicho que la historia de la Isla de Pascua ha estado asociada a un catastro de saqueo y despojo por parte de inescrupulosos y especuladores que golpearon por décadas a la comunidad Rapanui hasta fines del siglo XIX. Seguiremos abundando en este tema. Uno de estos negros episodios lo representan las tablillas parlantes kohau rongo-rongo, objetos ceremoniales tallados en madera con la única evidencia existente en Oceanía de algún sistema de escritura antigua, compuesta por jeroglíficos de figuras humanas, animales, plantas y objetos, sumando cerca de 120 pictogramas conocidos. Su traducción ha sido objeto de una inimaginable cantidad de interpretaciones, teorías, debates, además de polémicas y especulaciones, ya que se carece por completo del conocimiento que tenían los últimos traductores o recitadores de estas tablillas, ancianos y sabios de la isla que fueron diezmados por los piratas y por los contrabandistas de esclavos. Las tablillas se encontraban por miles y parecían constituir "hojas" dentro de un texto superior, por lo que aun suponiendo que se lograra traducir con toda seguridad alguna de 25 unidades que sobreviven en distintos museos del mundo, sería imposible comprender la totalidad de su contenido. Una de las primeras salidas masivas de tablillas y otros tesoros comienza en 1774, cuando el famoso Capitán inglés James Cook zarpó de la isla con sus naves "Resolution" y "Adventure" cargadas de piezas que fueron a parar a museos extranjeros y, lo que es peor, a muchas colecciones privadas de las que no se tiene mucho registro. La mayor parte de las tablillas fueron destruidas, sin embargo, durante la cruel explotación de la que fueron objeto los pascuenses por los administradores del Perú en las guaneras, situación que sólo acabó con la entrada de los chilenos a Tarapacá durante la Guerra del Pacífico. Muchos de los rapanuis capturados por los traficantes de esclavos llegaron a las covaderas peruanas, a partir de 1859, cargando estas piezas como amuletos, los que les fueron arrebatados y luego repartidos como recuerdos entre sus patrones. Connotados hacendados del Perú, ignorantes del valor que tendrían las piezas, las usaron también como leña tras exigírselas a los isleños que fueron obligados a trabajar para ellos como peones. Para peor, en la isla los misioneros franceses y los supersticiosos marinos que temían al culto pagano que los isleños rendían a las tablillas, les convencieron hacia de 1864 de emplearlas como combustible para las fogatas o simplemente se las quitaron con el mismo objetivo, por lo que la mayor parte de estos tesoros culturales perecieron al calor de las hogueras. No es casual, entonces que sólo un puñadito de estas joyas siga existiendo en nuestros días, celosamente custodiadas por los museos donde se las puede encontrar. Las tablillas existentes más famosas y estudiadas son las siguientes:
En territorio chileno, en cambio, sólo se encuentran las siguientes tablillas:
Vemos que sólo cinco de las tablillas permanecen en territorio chileno. Irónicamente, ninguna de ellas se encuentra en su isla de origen. El Museo Antropológico Padre Sebastián Englert, de Isla de Pascua, no tiene tablillas rongo-rongo originales en exhibición, en otra evidencia del despojo y del saqueo que arrasó con estas valiosas piezas. Esta situación justificaría que la comunidad rapanui también recurriera a la UNESCO para solicitar al menos en parte, la devolución de sus tesoros arqueológicos, tal cual lo han hecho con éxito países como Egipto, Siria e Iraq. Cabe indicar que la investigadora y residente de la Isla de Pascua, Nua Piru, que ha dedicado gran parte de su vida a rastrear por los museos del mundo el patrimonio rapanui sacado furtivamente de la isla, varias veces ha intentado conseguir apoyo del Ministerio de Educación para repatriar piezas arqueológicas y especialmente estas tablillas. Sin embargo, en el mismo tiempo en que esta cartera de Estado "devolvía" los libros limeños traídos a Chile durante la Guerra del Pacífico, el Gobierno de Chile se ha resistido muy cobarde y pusilánimemente a darle cualquier asistencia a Piru para sus proyectos de recuperación patrimonial, pese a contar con el respaldo de la UNESCO. La razón parece encontrarse en el interés de La Moneda de no perturbar las relaciones que mantiene con muchos de los países potencias que serían solicitados para devolver dicho material arqueológico, y con los que existen vínculos comerciales expresados en tratados y en foros internacionales comunes.
Pero no todos los daños son solamente simbólicos o en sentido figurado. El patrimonio arqueológico de la isla ya ha sido objeto de descuidos y atentados materiales en varias ocasiones:
Sería injusto, sin embargo, acusar sólo a visitantes y turistas por los daños patrimoniales. De hecho, existe en la isla una costumbre nefasta, muy arraigada en algunos habitantes locales, consistente en quemar amplios sectores de pastizal seco para estimular el crecimiento de los pastos que alimentan a la población de animales usados como ganado, o bien excavar pozos para obtener agua. Se ha descubierto, además, que algunos guías turísticos han cometido la atrocidad de "remarcar" petroglifos e inscripciones de algunas rocas, para hacerlos más visibles y atractivos a los visitantes que llegan al lugar. Y a tal daño arqueológico provocado por estas manos humanas, debe sumarse el deterioro progresivo de algunos moais o de algunos complejos en ruinas, causado por las condiciones climáticas tan características de la isla y por la presencia de animales que pastan libremente, especialmente cerca de las pozas de agua dulce de Rano Raraku, cuyo tránsito constante ha dañado seriamente por el pisoteo algunos cimientos de casas o murallones antiguos. No menos grave es el caso de los vertederos que por años funcionaron en la isla, como el de Hanga Hemu, que en la actualidad ha generado una gran cantidad de estudios e informes sobre el problema sanitario que estaría acarreando su virtual colapso. Durante muchos años, este lugar había servido de botadero y quema de toda clase de desperdicios. Sin embargo, una serie de informes han ido abriendo los ojos sobre el peligro que representa este lugar para la comunidad isleña, como el "Diagnóstico de los vertederos de residuos sólidos domiciliarios en la Isla de Pascua", de la Secretaría Regional Ministerial de Salud y el "Informe ambiental de la Isla de Pascua en áreas de responsabilidad municipal", emitido por Luz Lasso bajo encargo de la Dirección de Obras del Municipio. Al respecto, debe advertirse que el Dr. Marcel Szantó, de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, había presentado también un completo trabajo titulado "Capacitación y Manejo de la basura en Isla de Pascua", con relación a este mismo problema. Es muy probable que la solución de este asunto en particular pase no sólo por el despeje de Hanga Hemu, sino por un cambio de hábitos y de procedimientos dentro de la propia comunidad de Isla de Pascua.
El daño patrimonial no se limita sólo a la destrucción o a la contaminación, sino que alcanza directamente el despojo. La virtual desaparición de las famosas tablillas parlantes rongo-rongo, llevadas de contrabando a todo el resto del mundo, y el comercio ilegal de estatuillas que persistió por muchas décadas. Ni siquiera los pesados y colosales moais han logrado evitar el robo y el saqueo furtivo, acabando presentados hoy en conocidas exhibiciones museológicas del mundo, como veremos. Existen varios trabajos de investigación reuniendo información sobre la ubicación y el estado de las innumerables piezas sacadas de la isla y del país. Está Francisco Torres, Director del Museo Antropológico Padre Sebastián Englert de Rapanui, y Betty Ahoa, del Museo Fonk de Viña del Mar. Como hemos dicho más arriba, la investigadora y nativa rapanui Nua Pirú ha viajado por todo el mundo catastrando en un grueso archivo e intentando recuperar el patrimonio de la isla secuestrado en otros países por antiguos viajeros o piratas. A pesar de contar con apoyo de la UNESCO, el Estado de Chile jamás se ha comprometido en asistir su formidable cruzada de rescate patrimonial, que incluye innumerables piezas talladas, estatuillas de madera, artículos religiosos y hasta el supuesto cráneo del Rey fundador Otu Matúa, que fuera prestado a un arqueólogo francés por el Consejo de Ancianos, sin regresar jamás. Pese al enorme catálogo reunido por Pirú, el Consejo de Monumentos Nacionales nunca ha actuado en el sentido de la recuperación, escudándose en no poseer un registro concreto de la ubicación de estas piezas en el extranjero. Ya hemos dicho que los robos y "recolecciones" comienzan casi con el descubrimiento de la isla por los occidentales. La expedición de Cook en 1774 fue quizás, la primera en llevarse masivamente objetos de la isla, empresa que continuará por varios siglos con distintos protagonistas. En septiembre de 1882, por ejemplo, el equipo de Capitán alemán Wilhelm Geiseler, tras hacer notables observaciones sobre la gente de la isla, secuestró una serie de tesoros del lugar y, según el investigador Donald P. Ryan, incluyó algunos moai maea (estatuillas) que fueron subido por su tripulación de la cañonera "Hyäne" de la Armada Imperial ("A Re-evaluation Of Some Aberrant Art From Rapa Nui", International Congress of Easter Island and South Pacific Studies, Hawai, agosto de 2000). No será fácil convencer a los museos de devolver dichas piezas, sin embargo. Existiendo una en el British Museum, por ejemplo, del que hablaremos más abajo, existe el antecedente de campañas para lograr la devolución de otros tesoros de sus colección, como la Piedra Roseta (llevada desde Egipto) y los Frisos del Pantenón (desde Grecia), sin conseguirlo. Además, hay piezas definitivamente perdidas, pues la misma expedición que llevó este moai a Inglaterra, también trasladó una gran cantidad de piezas de todo tipo que fueron a parar al Museo de Liverpool en 1877. Sin embargo, durante el bombardeo alemán de 1941, en plena Segunda Guerra Mundial, las colección se perdió prácticamente por completo en medio de la destrucción y el fuego. En el caso particular de los grandes moais de piedra, existen unos 12 originales repartidos por museos de otras latitudes. A pesar de que durante el año 2005 a 2007 el Gobierno de Chile realizó una onerosa investigación para devolver al Perú los libros de la Biblioteca de Lima requisados durante la Guerra del Pacífico (decisión que sólo alentó el mito de los trofeos de guerra supuestamente saqueados por Chile y no tuvo ningún efecto diplomático real, pues Perú de todos modos oficializó sus pretensiones sobre mar de Chile en La Haya), ni antes, ni durante ni después, La Moneda ha mostrado interés siquiera en recuperar este patrimonio secuestrado en otros países. Los más conocidos casos de moais "secuestrados" que actualmente se encuentran en museos extranjeros, son los siguientes:
No todas las estatuas y piezas sacadas de la isla están fuera del país, sin embargo. Una de las remociones más abundantes fue realizada por la corbeta chilena O'Higgins, hacia 1870, muchas de las cuales hoy forman parte de la colección del Museo de Historia Natural. Aunque esta expedición subió a la nave a un moai de Hanga Piko, dos tablillas y ejemplares de tablillas que hoy están en el museo, parece haber tenido un carácter bastante amistoso, pues a petición de los misioneros embarcaron a doce muchachos rapanui para formarlos como aprendices de grumetes y camareros de oficiales. En el Museo Fonck de Viña del Mar, además, está el moai One Makihi, llevado al continente en 1953, además de una cabeza. Y en el Salón de la Polinesia del Museo de La Serena existe desde 1950 otro moai que fue donado por la comunidad rapanui para los serenenses durante el Gobierno del Presidente Gabriel González Videla, quien era nacido en esta zona del Norte Chico y había sido antes su representante en el Congreso Nacional. Pese a todo, no es descabellado solicitar las devoluciones. El famoso antropólogo noruego Thor Heyerdhal se había llevado a su país la cabeza de una de estas estatuas, durante sus conocidas investigaciones de la isla. Sin embargo, el moai fue devuelto por el propio científico a fines de los ochentas en una gran ceremonia y celebración. En el plano más anecdótico, también es preciso recordar que se han detectado ventas de supuestos moais entre anticuarios de Estados Unidos y Europa, aunque es altamente probable que se trate de réplicas y falsificaciones. Aun así, es preciso destacar el caso revelado en enero de 2003, sobre dos moais de una tonelada cada uno, datados supuestamente entre 700 y mil años, puestos a la venta en una galería de arte de Miami por el chileno residente en Florida, Hernán García Vidal, ex vicerrector de la Universidad de Chile y ex subsecretario de ODEPLAN durante el régimen militar. Existe otro caso, además, de un moai de dos metros 20 centímetros y una tonelada, llamado "Pepe", que había sido regalado por la comunidad rapanui al Presidente Carlos Ibáñez del Campo. Según algunas notas de prensa, el obsequio fue hecho en 1927, en su primer gobierno. Según otros, fue después, agradecimiento a sus medidas de desalojo de la Williamson & Balfour. Como sea la pieza, de 200 años o más, había terminado retenida en el jardín de un particular argentino, en Buenos Aires. ¿Cómo llegó allí? La respuesta la encontramos al ver que, poco antes, el anticuario chileno residente en Argentina don Mario Velasco, lo había comprado en 10 mil dólares al Corredor de Propiedades Carlos Ossandón, en 1970. Ossandón la había recibido de Ibáñez del Campo, aunque no está claro si por venta o por obsequio. La idea de Velasco, a principios de los setenta, era vender la pieza a un coleccionista norteamericano y al triple de lo que él había pagado, pero el comprador no quedó convencido de su autenticidad y el aspecto extraño de la pieza le hizo dudar al punto de rechazar la oferta. Otra versión dice que se lo vendió a dos coleccionistas, uno argentino y otro estadounidense, que se lo llevaron a Holanda, pero pagaron con cheques sin fondos. Esto parece ser lo más probable, porque después Velasco inició un juicio contra los compradores. Durante el proceso judicial, se comprobó que el moai estaba construido con material rocoso de la Isla de Pascua pese a que se seguía dudando de su autenticidad tanto por el estilo de la estatua, algo distinta a las más comunes de Rapanui, como también por las dudas que existen entre algunos investigadores sobre el regalo de algún moai a Ibáñez del Campo. Incluso el experto del Museo de la Isla de Pascua, el conservador Pelayo Tuki, no está convencido de la veracidad de este acontecimiento. De todos modos, durante la disputa, "Pepe" fue a parar a las bodegas de una aduana argentina luego de su fugaz viaje a Amsterdam, y, desde allí, a un patio privado de un químico bonaerense, al no poder pagar Velasco el impuesto de las bodegas aduaneras, entrando a remate en 1982. La artista Rosa Velasco, hija de don Mario, realizó gestiones para recuperar el moai "Pepe", traído de vuelta a Santiago el 21 de abril de 2006, desde donde fue llevado otra vez a su isla. Rosa alegaba haber pagado años de bodegaje en la aduana argentina y luego una suma de dinero que reunió con su marido y otros dos amigos para que el ciudadano argentino se los devolviese, pasando desde allí a la residencia de una amistad de la artista, donde se encontraba desde los años ochentas (ver "Las Últimas Noticias" del jueves 26 de enero de 2006, página 2, artículo titulado "Insólita cruzada de artista chilena por rescatar moai abandonado en Argentina").
Abusos publicitarios y utilización impropia de las simbologías rapanui Otro punto que se ha discutido innumerables veces en Chile pero nunca ha llegado a instancias formales o legislativas de debate, lo representa el resguardo del patrimonio arqueológico de la isla a nivel de difusión intelectual y gráfica. Mientras tanto, muchos países del mundo se han empleado y continúan utilizando iconografías propias de la isla, como sus moais y sus hombres pájaros, asociándolos a otras culturas y a otras civilizaciones distintas de la rapanui, o bien dirigiéndolos a mensajes de naturaleza comercial sin ninguna ligazón con el turismo o la actividad cultural y científica. Es decir, descontextualizándolos para producir lo que en comunicación social representan conceptos de venta y de captación de clientes sin ningún beneficio extra al que recibe la empresa cliente y la respectiva agencia publicitaria. Recordemos en este punto que Isla de Pascua, tras su declaración de Patrimonio de la Humanidad en 1995, pasó a ser el Museo abierto más grande del mundo. Al respecto, cabe considerar que muchos museos de Europa y América son extremadamente escrupulosos con las reproducciones gráficas de sus piezas, especialmente en medios impresos o documentales, criterio que parece estar por completo ausente en la política chilena de resguardo patrimonial de la Isla de Pascua. Incluso países que cuidan escrupulosamente la exclusividad de las imágenes de su patrimonio artístico, curiosamente figuran entre las principales productoras de publicidad o soportes de comunicación explotando la iconografía de la Isla de Pascua del modo que hemos descrito. A continuación, exponemos algunos casos significativos sobre este problema que lleva larga data, pero del que acogeremos sólo algunos de los casos más contemporáneos:
Se hace preciso indicar aquí que el copyright para imágenes culturales es una idea que adquiere cada vez más fuerza e interés entre los países poseedores de patrimonio arqueológico de fama internacional. En diciembre de 2007, por ejemplo, el secretario general del Consejo Supremo de Antigüedades (CSA) de Egipto, Zahi Hawass, anunció a creación de la ley sobre el copyright para el uso de imágenes de las pirámides, la esfinge y todos los monumentos antiguos, destinada a recaudar fondos para el mantenimiento de lugares arqueológicos a través de indemnizaciones y pagos de derechos. La medida surgió luego que el diario de oposición "Al-Wafd" solicitara en la víspera de Navidad al "Luxor Hotel" de Las Vegas una reparación por todos los años que lleva copiando la imagen de las pirámides y que se reservase una parte de estos beneficios a la ciudad egipcia de Luxor, famoso por ser el lugar donde se encuentra el Valle de los Reyes. La idea surgida en El Cairo quizás merecería el estudio de los legisladores chilenos, ya que un reclamo constante de la comunidad Rapanui es la permanente falta de recursos con que se excusa el Gobierno central para no concretar planes de desarrollo turístico o mantención de sitios arqueológicos en la isla. Dados los volúmenes de uso que hacen internacionalmente a las imágenes de Isla de Pascua y con fines publicitarios o lucrativos totalmente ajenos al beneficio del lugar, la medida permitiría un suministro regular de recursos para su comunidad.
El siguiente es un excelente trabajo editado y publicado durante el año 2002 bajo el título "Isla de Pascua: el Chile de Ultramar", por nuestro activo colaborador Marcos Moncada, investigador del Centro Cultural Maohi, que ha residido por largos períodos en la isla. A nuestro juicio, resume con tanta precisión la relación histórica de Chile y la isla del Manutara, que hemos decidido publicarlo como testimonio incontestable de la soberanía nacional en este rincón del planeta. El artículo es, además, una contundente refutación a un caso puntual que intentó menospreciar los argumentos de soberanía chilena en la isla y, por extensión, sirve a todos los entreguistas y sediciosos que han participado de similar discurso:
Recomendamos a todos los interesados en la historia y la cultura de la Isla de Pascua o Rapanui, a visitar el excelente website del CENTRO CULTURAL MAOHI: www.maohiorapanui.blogspot.com. | |||||